hablan los familiares de los 10 asesinados durante las protestas del 15 de diciembre
Amenazas y dolor en Ayacucho
Familiares de los civiles muertos durante la represión en Huamanga denuncian que reciben amenazas por exigir que se identifique y castigue a los autores de la masacre. “Si sigues protestando, la siguiente va a ser tú”, le dijeron a una de las viudas. Testigos afirman que el Ejército y la Fuerza Aérea se negaron a trasladar a algunos heridos a Lima.
Parientes y amigos de las víctimas de la represión se han unido para conformar un colectivo denominado “Asociación de Familiares de los Asesinados y Heridos del 15 de diciembre del 2022 en Ayacucho”. Este grupo ha presentado una denuncia penal ante la Fiscalía por genocidio y homicidio calificado, en el contexto de una violación de derechos humanos, contra la presidenta Dina Boluarte, el premier Luis Alberto Otárola Peñaranda, el comandante general de la Segunda Brigada de Infantería de Ayacucho, general EP Jesús Vera Ipenza, el jefe de la Macro Región Policial de Ayacucho, general PNP Ántero Mejía Escajadillo, entre otros.
El documento, al cual tuvo acceso EL FOCO, adjunta fotografías de los cartuchos de las municiones de largo alcance utilizadas contra los manifestantes. Estos serían compatibles con el armamento del Ejército, de acuerdo con las investigaciones del Ministerio Público.
El pasado 13 de enero, a eso de las 11 de la mañana, dos sujetos desconocidos ingresaron a la vivienda de Ruth Barcena, presidenta de dicha asociación, y le advirtieron que, si no dejaba de protestar, le sucedería lo mismo que a su esposo Leonardo Hancco Chacca, de 37 años, quien murió de un impacto en el abdomen por proyectil de arma de fuego durante las manifestaciones en Ayacucho. Hancco trabajaba como operador de maquinaria pesada y también hacía servicios de taxi durante sus ratos libre. Deja una pequeña en la orfandad.
Ruth Barcena no conoce a los sujetos que irrumpieron en su casa, pero señaló a El FOCO que también ha recibido amenazas por teléfono. “Si sigues hablando, si sigues protestando, la siguiente vas a ser tú”, afirma Barcena que le dijeron en una de estas llamadas telefónicas.
Otro de los dirigentes de esta asociación, Elio Llamocca, asegura que, luego de salir a los medios de comunicación para pedir que se haga justicia, recibió un video amenazante a través del WhatsApp, en el que se deja ver el siguiente mensaje: “Solo faltas tú, rata HP”.
Elio es primo de Kevin Fernández Llamocca, quien resultó herido de un impacto de bala por la espalda durante el enfrentamiento en Ayacucho. Kevin Fernández estuvo internado en el Hospital Regional de Ayacucho. Actualmente se encuentra en estado de recuperación.
Jack Diburga Cuba, abogado de la asociación, señaló a EL FOCO que la Unidad de protección de víctimas y testigos del Ministerio Público y la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) ya fueron puestos al tanto de las presuntas amenazas.
Diburga afirmó que, a pesar del hostigamiento, los familiares de los muertos y heridos en Ayacucho no descansarán hasta que se sepa toda la verdad. “Vamos a seguir hasta el final. Sólo estaremos tranquilos el día que tengamos justicia y el día que las personas que quedaron mutiladas y los niños que quedaron en orfandad tengan una reparación”, dice Ruth Barcena.
Los familiares de los 10 fallecidos confían en que obtendrán justicia cuando sus historias sean escuchadas y el país conozca realmente lo que sucedió aquel día fatídico en Ayacucho.
De tal manera que no se callarán.
MUERTE EN VIDEO
El 15 de diciembre del 2022, a las siete de la mañana, Michael Ramos Ayme, de 15 años, salió como de costumbre rumbo al Cementerio General de Ayacucho. Michael trabajaba como limpiador de nichos desde los 12 años. Era el mayor de cuatro hermanos y ayudaba a su madre Hilaria Ayme a solventar los gastos de su familia.
Aquel día, Hilaria le advirtió a su hijo que habría protestas en Ayacucho y que debía tener mucho cuidado. “Un rato nomás, mamá, siquiera un poquito de plata me voy a hacer”, recuerda ella que le dijo su hijo, antes de marcharse. Casi 12 horas después, a las 6 y 34 p.m., cuando intentaba regresar a su casa, Michael recibió un balazo mortal en el tórax.
Imágenes de las cámaras de seguridad cercanas al cementerio, muestran el momento exacto del disparo que mató al adolescente de 15 años, una de las 10 víctimas que dejó la represión en Ayacucho.
Las protestas se tornaron violentas cuando manifestantes invadieron el aeropuerto regional de Ayacucho, el 15 de diciembre pasado. Los soldados del Ejército, que fueron enviados a las calles por el gobierno en un intento por reestablecer el orden, respondieron a la violencia abriendo fuego indiscriminadamente, según las organizaciones de derechos humanos.
Cuando Michael terminó sus labores, se fue a cenar. Luego enrumbaría a su casa. “Yo lo llamé ahí para escondernos porque corría la balacera”, le contó un amigo de Michael a su madre Hilaria Ayme. El cementerio está ubicado a unas 15 cuadras del aeropuerto regional
Las imágenes de las cámaras de seguridad muestran a Michael cruzando la avenida Abancay, uno de los puntos cercanos al tiroteo, con un pequeño balde en la mano, su instrumento de trabajo. El reloj marcaba las 6 y 34 p.m.
De pronto, en pleno trayecto, se ve al adolescente desplomarse, mientras el balde blanco que llevaba sale rondado por la pista. De acuerdo con la necropsia, al menor le dispararon un proyectil de arma de fuego en el tórax que le ocasionó un traumatismo y una acumulación de sangre en la pared torácica y el pulmón. Murió a las 7 y 10 de esa noche.
Michael trabajaba en ocasiones como mozo o en la chacra cosechando papa y maíz. Su madre recuerda que volvía alegre con sus ganancias y compraba comida para sus hermanos. Los trabajos de Michael eran una ayuda importante para toda su familia.
“En toda forma, a mi hijo lo he hecho crecer, sola. Mi hijo nunca se ha rendido. Ha sido igual como yo de valiente. A cualquier trabajito siempre se metía. Por eso al cementerio ha ido a trabajar. Ahora mi hijo no volverá. A un niño inocente lo mataron”, solloza doña Hilaria Ayme.
"TU HIJO HA MUERTO"
Al igual que el pequeño Michael, José Luis Aguilar Yucra, de 20 años, no intervino en las protestas de Ayacucho. Aguilar salía de trabajar cuando le dispararon un proyectil de arma de fuego en la cabeza, cerca al aeropuerto de la ciudad.
La casa de Edith Yucra, madre de José Luis, se encuentra ubicada a tres cuadras del cementerio, uno de los puntos del tiroteo. Al oír los disparos, Edith le envió un mensaje al teléfono celular de su hijo: “Papi, por el cementerio no vayas a venir. Hay una matanza. A quemarropa están matando”, le advirtió. No obtuvo respuesta.
Edith se encontraba preparando la cena para su hijo, cuando una de sus cuñadas la llamó para avisarle que en Facebook algunas personas comentaban que habían matado a un joven cerca de su casa. “¿Con qué color de ropa ha salido Michael?”, le preguntó. Desesperada, Edith salió corriendo en busca de su hijo.
Una ambulancia aceptó llevar a Edith a la zona del enfrentamiento, pero el vehículo detuvo su marcha al constatar que los militares continuaban disparando. Edith se quedó en medio de la pista sin saber qué hacer. Recuerda que no podía respirar.
La madre de José Luis fue auxiliada por cuatro jóvenes que la ayudaron a subir a otra ambulancia. Al llegar al hospital regional todo era un caos. Uno de los guardias empujó a Edith con tal fuerza que casi la tiró sobre el piso. Ante los reclamos de la gente Edith pudo pasar al nosocomio para buscar a su hijo entre los heridos.
Mientras trataba de ubicarlo, un joven se le acercó. El muchacho sacó su celular. “¿No será este [su hijo] señora?”, le preguntó. Edith se desmayó. El video muestra el momento en que José Luis Aguilar Yucra recibió el impacto de bala en la cabeza que acabó con su vida.
Apenas recuperó la conciencia, Edith continuó con la búsqueda de su hijo. Recuerda haber pasado por diversas carpas en las que había varios jóvenes ensangrentados. Al llegar a la última habitación, encontró a un sacerdote bendiciendo a dos cadáveres. Edith reconoció los zapatos de uno de ellos. Era José Luis, su hijo.
“No hay ningún atenuante, no hay ninguna razón legal para que una persona que está armada con fusil de guerra le dispare a alguien que no está ejerciendo ningún acto de violencia, ni siquiera de protesta”, aseguró el abogado Carlos Rivera, del Instituto de Defensa Legal.
Al igual que Edith e Hilaria, Nilda García perdió a su hijo mayor, Clemer Rojas García de 22 años, durante las protestas que enlutaron a Ayacucho. Nilda llegó a Huamanga, capital de Ayacucho, junto a su esposo y sus dos hijos cuando Clemer tenía 15 días de nacido. Ella se dedica a la venta de comida en los exteriores del mercado Magdalena.
Luego de terminar la secundaria, Clemer Rojas se preparó para ser Policía. Sin embargo, cambió de parecer y, en el 2019, inició sus estudios en el instituto SENATI de Ayacucho. Las clases eran virtuales a causa de la pandemia. Clemer no se adaptó al sistema virtual, pues sentía que no aprendía. Le pidió a Nilda hacer una pausa, en tanto que las clases presenciales se reanudaban. Mientras tanto. trabajaba con su moto y ayudando a su mamá en el mercado.
Reanudó sus estudios de mecánica automotriz en Senati, el año pasado, y vendió la moto para comprar una máquina de lavado de carros. Así tenía un ingreso para costear sus estudios. El 15 de diciembre por la mañana, Clemer ayudó a su mamá a preparar la comida para la venta en el mercado Magdalena.
Nilda vio a su hijo por última vez aproximadamente a las 2:40 p.m. A las 4 de la tarde, Nilda llegó a su casa y preguntó a su esposo Reide Rojas. Al no saber nada de Clemer, lo llamó a su celular.
Le contestó un extraño que le dijo que “al joven dueño del celular lo ha matado un militar”.
Nilda cogió una moto y enrumbó al hospital con el corazón entre las manos. Cuando llegó al nosocomio su hijo ya había muerto. La autopsia señala que Clemer recibió un impacto de arma de fuego en el abdomen que le ocasionó laceraciones en el pulmón y el hígado.
Al igual que Clemer, Luis Miguel Urbano Sacsara sirvió dos años en el Ejército en la localidad de Pichari (Cusco). Tenía 22 años. El día del enfrentamiento, Luis Miguel estuvo toda la mañana con su mamá, Vilma Sacsara. Aproximadamente a las 3 de la tarde, Luis Miguel salió de su casa.
Vilma no tiene la certeza de cómo o por qué su hijo llegó hasta el lugar del tiroteo. Todo ocurrió en un par de horas. A las 6 de la tarde, recibió una llamada del hospital. Su hijo había fallecido. La bala que le puso fin a la vida de Luis Miguel ingresó por la espalda y salió por el corazón, provocándole una perforación pulmonar y cardiaca. Murió rápidamente.
“MI HIJO NO ERA UN TERRORISTA”
El trágico 15 de diciembre pasado, a Raúl García Gallo le dispararon un proyectil de arma de fuego en el abdomen. De acuerdo con el acta de necropsia, Raúl falleció a causa de un shock hipovolémico (pérdida excesiva de sangre), una perforación arterial y un traumatismo abdominal.
Janeth Román, esposa de Raúl, narra que aquel día su esposo salió a marchar junto a los dos hermanos de Janeth y a su hijo mayor. Durante toda la mañana no tuvieron comunicación. Janeth imaginó que su esposo se había ido a trabajar. Raúl era albañil. A las 5 de la tarde, Janeth recibió una llamada de su hijo mayor. Le pedía que vaya al Hospital Regional porque a su padre le habían disparado.
Antes de salir, una de sus hijas llamó al celular de su papá. Le respondió un policía y le aseguró que se salvaría, que no era tan grave. Buscando los lugares más seguros para no cruzarse con la balacera, Janeth y su hija llegaron al hospital. Su esposo no estaba ahí. Ya lo habían trasladado a la morgue de EsSalud.
A las 9:00 p.m. Janeth llegó a la morgue. Ingresó a una habitación en la que había dos cuerpos. “Abrieron las sábanas y ahí estaba mi esposo”, recordó, entre lágrimas.
Raúl García Gallo había salió a marchar y no volvió. Lo mismo le ocurrió a Jonathan Alarcón Galindo, otra de las víctimas de la represión.
Alfredo, padre de Jonathan, cuenta que su hijo recibió una llamada del Comité de Riego del Río Cachi invitándolo a participar de las protestas. Los Alarcón son naturales del distrito campesino de Chiara. A las 7 de la mañana, Jonathan salió de su casa. Alfredo recuerda que su hijo se despidió “muchas veces” de su madre. No regresó.
El padre de Jonathan recuerda que, a la hora del almuerzo, llegó a comunicarse con él por teléfono para avisarle que el almuerzo ya estaba listo. “Me dijo: ´ya estoy en el aeropuerto o hacia el aeropuerto estamos yendo’. Algo así”. Esa fue la última conversación que tuvo con su hijo.
A Jonathan le dispararon un proyectil de arma de fuego a la altura del abdomen que le ocasionó un edema pulmonar agudo y un traumatismo abdominal. A las 6:30 de la tarde Alfredo llegó al hospital. Su hijo estaba en emergencia. Pasaron dos días y el domingo 18 después de la operación, recién pudo pasar a ver a Jonathan.
La situación de Jonathan empeoró con los días. Los médicos pidieron que fuera trasladado al hospital María Auxiliadora de Lima. Le solicitaron a Alfredo que se contacte con emergencia de la Fuerza Aérea del Perú a fin de que lo traslade rápidamente, pero esta institución no lo ayudó.
“No han respondido para nada. Dos días he estado llama que llama que llama”, dijo. El día martes 20 los doctores le dijeron que vea a su hijo por última vez: “Estaba derramando sangre por la nariz y por la boca, su cuerpo estaba totalmente hinchado”. A las 4 de la madrugada del día siguiente los doctores se contactaron con él: “Señor, su hijo ha fallecido”, le dijeron.
“Él no era un delincuente. No era un terrorista. Él nació campesino”, afirma hoy Alfredo. Jonathan Alarcón deja huérfana una hija de dos años, y a un bebé próximo a nacer.
LA FUERZA AÉREA NO QUISO AYUDAR
Edgar Wilfredo Prado Arango, un mecánico automotriz de 51 años de edad, recibió un disparo tras salir a ayudar a un manifestante herido. Nancy Prado, su hermana, recuerda claramente la última vez que lo vio con vida.
El jueves 15 de diciembre, Edgar se encontraba arreglando una de sus camionetas. Entre las 3 y 4 p.m. almorzó junto a su hermana y continuó con sus actividades. Una hora después subió en búsqueda de Nancy. “Hermana, cuídate que hay muchas balas perdidas. Yo voy a ir a descansar porque mañana tengo que viajar temprano”, le dijo. Se fue a su habitación. El cuarto de Edgar está en el primer piso. Su ventana da hacia la calle.
El portón de metal de la cochera de la casa empezó a sonar. Nancy, quien estaba en el segundo piso de la propiedad imaginó que los protestantes habían ingresado a su casa. Se asomó a la ventana y vio que su hermano salió corriendo: “Edgar, ¿a dónde vas?”, le gritó desde la ventana.
“Hermana, no seas mala. Hay que apoyar. Muchos heridos están desangrándose”, le dijo y continuó corriendo. Nancy vio que su hermano corrió unos metros hasta que, de un momento a otro, como en cámara lenta, se arrodilló y cayó al piso. Inicialmente, ella creyó que se había tirado intencionalmente para protegerse de las balas hasta que escuchó los gritos de la gente.
Nancy bajó corriendo y vio a dos de los vecinos con su hermano entre los brazos. “Le habían disparado en el estómago. Traté de ponerle un trapo en la herida”, recordó. Los vecinos ayudaron a buscar la llave de la camioneta de Edgar. No la hallaban. Edgar, aún consciente, le hizo señas a su hermana. La llave estaba en uno de sus bolsillos.
Lo subieron a la camioneta. Edgar pidió que también llevaran al herido al que trató de auxiliar. Ya en el hospital lo intervinieron quirúrgicamente. La bala había dañado sus pulmones. Los médicos le avisaron a la familia que Edgar necesitaba ser trasladado a Lima vía aérea.
La familia de Edgar logró contactarse con una aerolínea para su traslado. Le pidieron a Nancy que consiguiera una autorización para el vuelo. Ella acudió al cuartel Los Cabitos en búsqueda del general a cargo para solicitar ayuda. La respuesta que recibió fue una negativa.
De acuerdo con el testimonio de Nancy Prado, los militares le dijeron que no se podía atender las necesidades de los familiares de los fallecidos o heridos por estar en medio de un estado de emergencia. Al volver al hospital, Nancy supo que su Edgar ya había fallecido.
Edgar Prado apoyaba económicamente a sus padres de tercera edad. Al igual que Edgar Prado, Jhon Henry Mendoza Huanrancca, de 34 años, se dedicaba a su pequeña empresa de transportes para costear el tratamiento de su madre enferma con cáncer; mientras que Josué Sanduño, era una ayudante de albañilería de 31 años quien colaboraba con su padre Germán Sanduño. Tanto Jhon como Josué fallecieron producto de un disparo de proyectil de arma de fuego que les ocasionó un traumatismo torácico.
La presidenta de la “Asociación de Familiares de los Asesinados y Heridos del 15 de diciembre del 2022 en Ayacucho”, Ruth Barcena, señala que su lucha es por todas las víctimas de la represión policial y militar del gobierno de Dina Boluarte.
El esposo de Ruth, Leonardo Hancco Chacca, es uno de los 10 fallecidos en la matanza en Huamanga. Leonardo, de 27 años, nació en Espinar (Cusco). Era operador de maquinaria pesada. En sus días libres era taxista.
“Él fue a hacer paro, reclamando sus derechos como él dijo. No esperábamos que le llegaran a disparar. La bala le destrozó el intestino, el riñón, la columna, el páncreas. Eso ocasionó una hemorragia interna” contó Ruth.
El 15 de diciembre, Leonardo salió a las 3 de la madrugada a participar de las protestas. Ruth estuvo en comunicación con su esposo hasta eso de las 11 de la mañana. A partir de entonces no supo más de él.
Cuando empezó la balacera, el esposo de Ruth empezó a correr. Buscó un lugar donde resguardarse. De acuerdo con el testimonio de una testigo a Leonardo Hancco “lo ubicaron con el láser de un proyectil de largo alcance y (los soldados) le dispararon a matar”.
En medio de la balacera y las bombas lacrimógenas, Ruth acudió al cementerio en búsqueda de su esposo. Le informaron que Leonardo había sido llevado a la Posta Conchopata. A su llegada no lo halló. Ya había sido trasladado al Hospital Regional debido a su grave situación. Leonardo, sin embargo, debía ser llevado a Lima inmediatamente.
En Lima confirmaron la disponibilidad de camas de Unidad de Cuidados Intensivos. “Pero no fue posible [el traslado] porque la Fuerza Aérea se negó a facilitarnos el transporte aéreo. Nos denegó la ayuda. Le hemos rogado, le hemos suplicado, pero nada”, contó Ruth.
Sobre la negativa a la atención el abogado especialista Carlos Rivera señala que la necesidad de dar auxilio médico a una persona también recae desde el médico hasta la persona que puede facilitar o impedir o perturbar que esa atención médica sea eficaz y oportuna. De modo que las responsabilidades penales en estos casos también deberán ser determinadas, dijo.
Ante la negativa de la FAP, los heridos permanecieron en Ayacucho. Los médicos indicaron que se requería una nueva intervención. Además, se necesitaba más sangre. “Hasta ese momento yo no había comentado a nadie que estaba embarazada y dije: ya, yo le voy a donar. Entré a la sala de operación y me ponen en una camilla. Mi esposo estaba en otra camilla”, recordó Ruth.
El corazón de Leonardo estaba debilitado. Poco después, a las 4:05 de la madrugada del 17 de diciembre Leonardo murió. Deja una niña de 7 años huérfana.
“Yo tuve muchas caídas después de que Leonardo falleció”, afirma Ruth Barcena. “Después de que lo enterraron, perdí a mi bebé”. Ruth ahora exige justicia.