La citaron en un departamento de Miraflores y le pidieron quitarse la ropa. El argumento era alinear sus chakras para ayudarla a conseguir un reposicionamiento laboral. “Te han hecho mal de ojo y brujería. Por eso, no consigues trabajo. Yo te voy a ayudar”, cuenta Melissa Arbocco que eso le dijo Juan Carlos Cautter Boggiano, un sujeto que se hacía pasar por un job hunting, pero que en realidad, según decenas de testimonios, se dedicaba a extorsionar sexualmemte a las mujeres que buscaban su ayuda.
La historia comienza en 2017. Ese año, Melissa, marquetera de profesión, estratega de liderazgo y escritora, buscaba cambiar de empleo. Ella ocupaba el cargo de jefe de Marketing en una institución educativa, pero su intención era ir un paso más allá en su carrera. “Quería meterme al tema de la responsabilidad social y hacer algo más significativo, pero me sentía insegura. No sabía qué pasos seguir y busqué a un especialista”, cuenta en entrevista para EL FOCO.
Le recomendaron contactar a Cautter Boggiano, un sujeto que en redes sociales se vende como un exitoso “creador de conexiones” (o networker) y “apasionado por el arte, la lectura y los viajes”. Según él, cuenta con 20 años de experiencia asesorando a diversas empresas de América Latina y dirige la empresa Total Job Hunting. Melissa pensó que había encontrado a la persona idónea.

“Fueron aproximadamente 4 mil soles los que desembolsé porque pensé que él iba a darme el resultado final que es colocarme en mi empresa soñada”, dice. El resultado estuvo muy lejos de lo esperado. Cuatro años después, Melissa dio detalles de la manipulación a la que fue sometida a causa de este sujeto. “Me pidió que vaya a las entrevistas en tacos, blusa, maquillada. Casi producida como para una película”, cuenta.
En otra ocasión, la citó en un departamento ubicado en una zona residencial de Miraflores. Melissa pensó que se trataba de su oficina. Cuando entró, se dio cuenta que estaba equivocada. A ella le pidió quedarse en ropa interior; a otras mujeres, dice Melissa, les exigió tener relaciones sexuales.
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María Gracia Boluarte acababa de terminar una maestría y estaba en busca de empleo. Su primo y amigos varones, lideraban puestos gerenciales gracias a la ayuda de un job hunting, a quien le recomendaron. Ese era Juan Carlos Cautter Boggiano.
“Cuando le escribí, me mandó un montón de papeles de cómo tenía que ser la entrevista perfecta. Me citó en un departamento. Había pocas cosas. Se notaba que nadie vivía ahí. Hablamos casi dos horas de distintos temas, como para romper el hielo. Al final, me dijo que, como yo estaba vestida, no estaba bien para las entrevistas. ‘Tú tienes que aprovechar que eres alta, ponerte una falda con tacos’, me dijo. En la segunda reunión, sacó el tema de que él sentía la energía de los demás y había ayudado a muchas personas a desahogarse”, cuenta María Gracia.
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Solos en el departamento, Cautter Boggiano le pidió que se parara frente a él, que estire los brazos y cierre los ojos. “Se pegó tanto hasta el punto que podía sentir su respiración. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero fue muy raro”, dice.
Luego de ese encuentro, decidió no verlo más. Cuando se lo comunicó, Cautter Boggiano se enfureció. “Me llamó para gritarme, para decirme que yo no tenía idea de quién era él, que él tenía los mejores contactos, que yo jamás iba a encontrar trabajo”, dice.
Días después, él le escribió para decirle que tenía una propuesta de trabajo que le podría interesar. María Gracia no contestó.
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En 1978, las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes acuñaron el término “Síndrome del impostor”. Describieron así el fenómeno psicológico que te hace pensar y sentir que tus éxitos laborales y profesionales se deben al mero golpe de suerte o la causalidad y que eventualmente, el mundo se dará cuenta de que eres un fraude. Según un informe de Access Commercial Finance en Reino Unido, esto afecta mayoritariamente a las mujeres, debido a los juicios, burlas y críticas a los que estamos sometidas a lo largo de nuestras vidas. Factores que alteran nuestra mente y menguan nuestra seguridad.
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Tracy Rivera dice que se sintió “muy chiquita y muy tonta” en el primer y único encuentro que tuvo con Cautter Boggiano. También a ella la citó en el mismo departamento de Miraflores. Le ofreció un trago y cigarrillos. Después, se puso a hablar de su vida e influencias. “Me dijo que pertenecía a una cofradía de gente muy poderosa, que sabía disparar, que era cinturón negro y podía leer el aura de las personas”.
A Tracy le dijo que era guapa, con buen cuerpo y que podía casarse con un hombre millonario. Eso sí, su vestido era muy largo, señaló. Luego, le pidió que vaya a su habitación. Ahí le exigió que se quitara las panties. “Le dije que no, pero él me insistió. ‘Te voy a enseñar a que tengas seguridad’, me repetía eso varias veces”, cuenta Tracy. “Después, se acercó y me besó”, dice.
Cuando recapacitó y entendió lo que estaba pasando, salió corriendo, dice. No se lo contó a nadie. “Me sentí muy avergonzada de no haber puesto un freno antes, de no haberme ido de inmediato”, cuenta.
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La publicación de Melissa Arbocco ha destapado una decena de testimonios de mujeres que han sido acosadas y manipuladas por Cautter Boggiano. Su valentía y coraje han prendido fuego. En la cuenta de Instagram @Testimonios_de_acoso se han publicado más historias similares a las de Melissa. Según Melissa, son alrededor de 60 las víctimas de Cautter.
Y este caso, también me remonta a mi propia historia, de cuando tenía 19 años y era practicante del diario La República.
Así como Melissa, María Gracia y Tracy, también buscaba avanzar en mi carrera profesional. Quería escribir en la sección Política, así que busqué a Juan Álvarez Morales, el editor, para que me enseñara. Al ver mi interés, Juan me comenzó a hablar todos los días por chat, haciéndome comentarios fuera de tono, me mandaba canciones románticas, valses, de ese estilo. “Cardo o ceniza” fue una de ellas.
Hasta ahora la recuerdo porque la canción me gustó, relacionarlo con él; no tanto. Yo le recordaba que estaba casado, que si acaso no encontraba sus comentarios inapropiados. Me contestó que eso no lo convertía en un ‘eunuco’. Yo no conocía la palabra eunuco. La tuve que buscar en el diccionario.
Mi turno en el diario terminaba a las 10 de la noche. Juan me acompañaba al paradero. En el camino, me rodeaba con su brazo por la cintura. Después, me sujetaba para abrazarme y se pegaba a mí, de tal forma que pudiera sentir su sexo en mi entrepierna. Él es, más bien, bajo y yo mido 1.56, así que no era difícil notar su humanidad. Luego, pegaba su rostro al mío y buscaba mi boca. Yo no respondía. Permanecía inmóvil y cuando veía que estaba a punto de besarme, lo esquivaba con sutileza.
Eso pasó en repetidas ocasiones. También me tardé un tiempo en reaccionar, hasta que toda la situación me dio un profundo asco.

Tampoco dije nada en su momento. Temía perder mi empleo, sentía vergüenza y culpa. El sentimiento de culpa, según estudios, es el razonamiento dominante en las víctimas de violencia de género, por la elevada tolerancia pública y cultural que se tiene ante conductas como las de Juan Álvarez y Cautter Boggiano.
Ayer domingo, al hacer pública esta denuncia en mis redes sociales, sin embargo, me di cuenta que no fui la única. La verdad, no me sorprende. Dámaris, llamémosle así, me contó que sufrió acoso en la Universidad Jaime Bausate y Meza cuando cursaba su primer año de periodismo. Juan Álvarez fue su profesor de redacción periodística y ella se ofreció a ser delegada del curso. “Quería aprender. Quería que él me enseñara”, dice.
Juan Álvarez la buscaba con la excusa de entregarle copias o trabajo para la clase. En el campus, se acercaba a ella e intentaba tocar sus manos. Un día la llamó en la madrugada para decirle que le gustaba. “Recuerdo un episodio, cuando bajaba las escaleras, él me tocó la nuca”. Dámaris tenía solo 17 años, en ese entonces. Ahora tiene 33. Dice que solo 3 personas, incluyéndome, lo saben. Dámaris, luego de la experiencia con Álvarez, dejó para siempre el periodismo.

“Hace un tiempo trabajé en La República y debo decir qué hay demasiados acosadores. Has sido muy valiente, mucha fuerza para ti. Algún días todas estaremos listas para hablar fuerte”, me dice otra mujer por redes sociales.
EL FOCO se puso en contacto con el abogado de Cautter Bogiano, quien se identificó como Manuel Quispe. Dijo que no podía hacer descargos sobre el tema porque “solo eran subjetividades”.
Además, le comunique a Juan Álvarez que haría pública esta denuncia de acoso. Me dijo que cuando me acosó “pasaba entonces por una etapa oscura de mi vida” y que “lamentaba muchísimo que debido a eso te haya hecho sentir tan mal”. Pidió que le pase lo que iba a publicar porque debía hablar con su familia, director y las autoridades de la Universidad Bausate y Meza. Luego me pidió disculpas después de diez años.