Trata y explotación sexual: los males que azotan al pueblo awajún
16 mayo 2023
En el territorio del segundo pueblo indígena amazónico más grande del Perú los casos de trata de personas con fines de explotación sexual y laboral no son denunciados ante la Fiscalía ni la Policía. Han sido tan normalizados que diariamente decenas de adolescentes y jóvenes son explotadas en bares u obligadas a trabajar en actividades ilícitas. Un equipo de El Foco junto a comunicadores indígenas awajún trabajaron en conjunto para evidenciar la falta de registro de estos casos en las provincias de Condorcanqui y Bagua en la región Amazonas.
Una voz a lo lejos grita: ¡jauu, jauu!, ¡jauu,jauuu! Es una expresión en awajún que responde al llamado de una visita inesperada. Unos minutos después, el rozar de unos pies con las hojas secas del bosque frondoso advierte la llegada de Suwa*, una mujer alta, delgada y de piel tostada por el calor de la Amazonía. Expresa en awajún, su lengua originaria, que tenía la ilusión de ver a su hija Ipak*, a quien vio por última vez hace cuatro meses.
Ipak tiene 22 años y hace tres años logró huir de traficantes de personas. “Mi hija no está, ha retomado su vida”, dice en awajún la madre de 50 años. Un inmediato y prolongado silencio acompaña sus palabras, teme que no tener noticias de su hija signifique que nuevamente fue captada por tratantes que la explotarán sexualmente obligándola a prostituirse.
La awajún vive en Limón de Kayamas, una pequeña y silenciosa comunidad indígena en el distrito de Nieva, región de Amazonas, a 1 258 kilómetros de la capital limeña, junto a Ikam*, su esposo de 64 años y padre de Ipak. La familia tiene su pagka jega (casa tradicional awajún hecho de hojas de yarina con estructura de ponas y caña brava) a lado del eje vial IV (Wawico – Urakusa – Nieva), la única carretera a la capital de la provincia de Condorcanqui. Es en esa carretera, que debería significar progreso para los awajún, donde empezó el calvario de Ipak en noviembre del 2019.
Una mañana de noviembre, Ipak salió de su hogar rumbo a la comunidad vecina de Chapi para visitar a unos familiares. En el camino, una mujer que viajaba en una mototaxi por la carretera la detuvo y le ofreció trabajo como cuidadora de su hija de once meses de nacida en la ciudad de Tarapoto, región San Martín, con un pago de S/ 20 diarios. La joven, que en ese momento tenía 19 años, dudó de la desconocida que se identificó como María Najash Wipiu y le dijo que “era una awajún como ella”. Ante la insistencia, Ipak presentó a María a sus padres para que le dieran permiso de ir a trabajar.
“Nos dijo que nuestra hija estaría bien, que no le faltaría comida y casa. Confiamos y no volvimos a saber más de ella”, narró Suwa en awajún en medio del llanto. Ella, al igual que su hija, no hablan español. Ocho meses después un vecino les avisó que Ipak volvería, que había logrado escapar de criminales que abusaban sexualmente de ella y la obligaban a prostituirse.
Un mal cotidiano
Ipak fue trasladada 683 kilómetros por río y carretera desde su comunidad Limón de Kayamas hasta el centro poblado de Pampa Hermosa, en la región San Martín. Pampa Hermosa es un lugar desolado de día y una fiesta de noche con bares y night clubs abiertos. María, su supuesta contratante, le presentó ahí a Guillermo Quispe y la obligó a convivir con él en una misma casa lúgubre con paredes de madera y techo de calamina sin imaginar que había sido captada por tratantes de personas.
La palabra “trata” no existe en el idioma awajun. Al no tener un concepto claro sobre la palabra el delito tampoco es conocido e identificado con facilidad por los awajún, quienes son el segundo pueblo más grande de la amazonía peruana con alrededor de 70 468 integrantes en las regiones de Amazonas, San Martín, Cajamarca y Loreto, según el Ministerio de Cultura.
Durante el primer mes, Ipak se dedicó a cuidar a la hija de María sin paga alguna. Ambas se comunicaban en awajún. La joven no conocía a nadie y se mantenía aislada de otras personas por la diferencia de idiomas. El miedo y la desolación la acorralaban todos los días cuando veía a Guillermo, quien intentó abusar sexualmente de ella en reiteradas veces mientras María estaba en uno de los bar prostituyéndose.
Una tarde de diciembre María le propuso a Ipak trabajar con ella en el bar. Le dijo que se encargaría de vender cervezas a los clientes. Ella se negó, y fue golpeada por Guillermo y amenazada de morir si no contribuía con traer dinero para “pagar su estadía con ellos”. Ipak cedió, fue al bar y la obligaron a prostituirse. Todo el dinero que ganaba era retenido por Guillermo.
La historia de Ipak es una constante en varias mujeres del pueblo awajún en Nieva, que es una insólita ciudad en medio de bosques y ríos de la Amazonía norte del Perú con grandes edificaciones para foráneos pese a ser capital de Condorcanqui, la séptima provincia más pobre del Perú.
Amanda Longines Daiz es una lideresa awajún de 72 años y trabajó durante los años 80 con un grupo de religiosas católica en la prevención de casos de trata de personas. “El panorama no ha cambiado mucho desde esa época”, anotó. Hace cincuenta años los casos más concurrentes eran la explotación laboral de mujeres y varones sin pagos justos ni adecuadas condiciones de trabajo. Ahora hay más casos de explotación sexual de niñas, adolescentes y mujeres, que son obligadas a prostituirse en bares y campamentos de mineros ilegales y narcotraficantes.
“La mayoría de las mujeres que se prostituyen fueron víctimas de abusos sexuales y no recibieron apoyo psicológico. La trata de personas aisla a las víctimas y las atemorizadas de que no podrán continuar otro tipo de vida, por lo que muchas de ellas no salen del circulo de la violencia”, explica la enfermera del centro de salud mental de Condorcanqui, Yany Valverde Samekash.
Subregistro de casos
Los meses pasaban para Ipak entre agresiones sexuales, insultos y golpes en Pampa Hermosa, San Martín. Una tarde de febrero, la joven fue avisada por sus captores que se irían a la ciudad de Chiclayo, en la región Lambayeque. Por un momento tuvo esperanza de que su suerte cambiaría, pero cuando llegó a la ciudad costera todo fue igual: seguía siendo explotada. Y para aumentar su calvario, Guillermo empezó a abusar sexualmente de ella.
En esta oportunidad, la joven awajún decidió obedecer sin cuestionamientos hasta conseguir la confianza de María para que le prestara un celular. En mayo del 2020, Ipak consiguió contactarse con uno de sus conocidos de la ciudad de Nieva, quien le dio la indicación de huir del lugar e ir a la casa de su hermana a unas calles de donde vivía con sus captores. Ipak denunció el caso en la comisaría de El Porvenir, en el distrito de Chiclayo.
El psicólogo Darío Izaguirre del Centro de Emergencia Mujer de Condorcanqui, quien acompañó a Ipak durante el proceso de denuncia, explicó que el caso es emblemático porque la víctima logró regresar a su comunidad indígena pese a los abusos que vivió. La gran mayoría de estos casos las personas no vuelven ni hay registros de sus desapariciones.
Como es el caso de Candy Shimpukat Ayuí, mujer awajún, que salió de su comunidad Ebrón, también en la provincia de Condorcanqui. El 28 de julio de 2021 Candy salió rumbo a la ciudad La Peca, en la provincia de Bagua, con la promesa de un trabajo estable como cuidadora de un bebé.
Deleana Ayui, madre de Candy, se estremece al recordar que, tres meses después de la partida de su hija, unos familiares le avisaron que su nieto, que en ese momento tenía tres años, estaba abandonado en la ciudad La Peca porque Candy había desaparecido.
“Nos dijeron que mi hija fue abusada sexualmente y por eso huyó dejando solo a su hijo. No creo en eso, ella no abandonaría a su niño”, dice Deleana mientras ahoga su dolor en medio del llanto.
El caso de Candy fue presentado ante los ronderos de la comunidad de Nazareth del distrito de Imaza, Bagua, por ser el más cercano a Ebrón. Hasta ahora no tienen respuesta. Para su madre, Candy fue secuestrada y posteriormente vendida a traficantes para ser explotada sexualmente. Todos los días Deleana entona un anen, el canto en awajún para evocar que los espíritus protejan a su hija de los enemigos.
El secuestro de Candy no fue denunciado ante la comisaría de Condorcanqui, que abarca cuatro distritos: El Cenepa, Río Santiago, Santa María de Nieva e Imaza. La comisaría apenas registra la denuncia de 18 personas desaparecidas en el 2022, ocho de ellos eran casos de menores de edad. En el 2021 se reportaron 19 desaparecidos y en el 2020 no hubo casos registrados.
La mayor cantidad de casos registrados en las comisarías en Amazonas son por violencia contra la mujer. “Las desapariciones y trata de personas no se denuncia porque no entiende que es un delito”, explica la fiscal Luz Polanco Yañez de la Fiscalía Provincial Especializada contra la Criminalidad Organizada de Bagua.
La funcionaria señala que al no existir un registro oficial de estos casos ante la Policía y la Fiscalía se vuelven invisibles y el problema convive con normalidad sin una adecuada intervención de las autoridades. “También hay otras brechas que no permiten identificar estos hechos, como la desconfianza de la población awajún al sistema de justicia, el idioma y la falta de registro por variable étnica”, detalló.
Un ejemplo de la falta de registro adecuado son los casos por violencia contra la mujer, que en el 2021 se registraron 201 entre abuso sexual, agresión física y psicológica en la comisaría de Condorcanqui. En el 2022 la cifra disminuyó en un 41% con 110 casos. No se conoce cuántos de estas denuncias fueron hechas por mujeres indígenas.
Una Nueva Justicia Comunal
Desde que recuperó su libertad Ipak no dejó de usar el achiote para marcar en su rostro con grafías awajún, algo tradicional en su cultura que representa su identidad y fortaleza de su cultura.
Guillermo Quispe, el hombre que secuestró y violó a Ipak, fue capturado y sentenciado a 20 años de cárcel por el delito de trata de personas. María Najash recibió 8 años por ser cómplice. Ipak siguió el proceso desde su comunidad a dónde retomó en junio del 2020 durante la época más dura de la pandemia.
Las declaraciones de Ipak fueron tomadas por la Fiscalía Provincial Penal Corporativa de Chiclayo a través de un traductor awajún y el Centro de Emergencia Mujer de Condorcanqui brindó apoyo en la evaluación psicológica. El caso es excepcional porque llegó a la justicia de los apash (foraneos en awajún).
Matut Impi Ismiño, vicepresidenta del Gobierno Territorial Autónomo Awajún, explica que la gran mayoría de los casos de violencia son tratados por la justicia comunal. Estos no emiten una sanción severa contra los agresores porque “se realizan pagos a cambio de la libertad y no denunciarlos ante la justicia tradicional peruana”.
Casos de violación sexual contra niños son “solucionados” con pagos de S/ 1 000 a S/2 500 a la familia de las víctimas. Los niños no reciben tratamiento psicológico y “los agresores vuelven a incurrir en sus faltas porque no hay sanciones severas”, dijo Matut Impi.
El Gobierno Territorial Autónomo Awajún no ha recibido denuncias ni reportes de casos de trata de personas. Eso no significa que no existan, sino que no son identificados bajo ese delito. La mayoría de los casos pasan como abuso sexual y desaparición en las rondas comunales.
“Estos casos [de trata de personas] y abuso sexual deben ser derivados a la justicia ordinaria peruana, es la propuesta del Gobierno Awajún porque no pueden quedar impunes con pagos económicos», asegura la lideresa indígena Matut Impi.
El Gobierno Awajún se encuentra en proceso de evaluación del Código Procesal Penal Awajún para establecer criterios uniformes de justicia comunal en las 372 comunidades indígenas que tienen, pero el delito de personas no se encuentra consignado en el documento.
Mientras los temas políticos del pueblo awajún se discuten en juntas comunales, Suwa espera noticias de Ipak, quien hace cuatro meses volvió a salir de su comunidad para ir a vivir con su pareja a una comunidad de El Cenepa tras tres años del calvario de la trata de personas.
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Este texto usa los nombres de los personajes del relato ancestral Suwa Ipakjai najaneawagmau (La conversión de las mujeres Suwa e Ipak en awajún), historia de dos mujeres que logran superar la violencia y se transformaron en plantas de achiote y quito con la finalidad de resaltar la belleza y fortalecer la lucha de otras mujeres, para narrar un caso real de trata de personas.
Créditos
Reportera: Geraldine Santos
Comunicador awajún : Leunel Tomás Kiak
Traductora awajún: Yanua Atamain
Edición de traducción: Cultura Awajún
Ilustrador: Yayo Espinoza
Desarrollo web: Alonso Zambrano
Este trabajo se desarrolló con el apoyo del Servicio Agropecuario para la Investigación y Promoción Económica (SAIPE), en el marco del proyecto «Protegiendo a los Defensores de los Derechos Humanos y Promoviendo los Derechos a la Tierra en Comunidades Afectadas por Conflictos de Tierras en Perú y Nepal», financiado por la Unión Europea.