La lucha de los iskonawas por recuperar su territorio
18 julio 2023
El 2018 el pueblo iskonawa —la comunidad numéricamente más pequeña del Perú— fue expulsada de sus tierras por oponerse a las concesiones forestales. Desde entonces llevan adelante una batalla legal por volver a estar en el padrón comunal. Según el Censo Nacional del 2017, 22 personas se autoidentifican como iskonawas. La falta de territorio ha provocado que la lengua iskonawa esté en peligro de extinción.
Escribe: Geraldine Santos
Fotos: Hugo Alejos
Reunidos en la cocina de Ruthi Campos Rodríguez, un pequeño espacio hecho de ponas y hojas de yarina sin paredes en la incandescente Amazonía peruana, veintidós indígenas inician el ritual. Se alinean a la espera de que su líder Nae Hawin, nombre indígena de Ruthi Campos, la última iskonawa que nació en aislamiento voluntario, marque sus rostros con iconografías.
–Nawa iskobakebo —expresa la indígena luego de pintar con el rojo vivo del achiote las mejillas de su nieto Félix Ochavano—. Sus palabras en español expresan que son “el pueblo hijo del páucar” en referencia al relato oral de creación de los iskonawas. Para Nae Hawin, de 67 años, la frase es una reafirmación de que los iskonawas, el pueblo indígena numéricamente más pequeño del Perú, continúan resistiendo a la extinción.
Los iskonawas son categorizados como un pueblo en contacto inicial por el Ministerio de Cultura del Perú porque “se encuentra en proceso de interrelación con los demás integrantes de la sociedad nacional». En tanto, los pueblos en aislamiento voluntario “no han desarrollado relaciones sociales con otros integrantes de la sociedad nacional”, según define la Ley para la protección de pueblos indígenas u originarios en situación de aislamiento y en situación de contacto inicial.
Según el censo del 2017, en el país son veintidós personas que se autoidentifican iskonawas. El Ministerio de Cultura identifica que el pueblo iskonawas cuenta con dos grupos poblacionales: uno en aislamiento voluntario que viven en la Reserva Indígena Iskonawa, un área de protección el pueblo indígena de 298 487 hectáreas en la región Ucayali; y otro en contacto inicial que vive disperso en las comunidades Callería y Chachibai, en Ucayali, región oriental del Perú.
Nae Hawin cuenta que en la actualidad afrontan uno de los mayores retos: la lucha por el territorio tras ser expulsados ilegalmente en el 2018 por un grupo de indígenas shipibos-konibo de la comunidad Chachibai por su oposición a las concesiones madereras.

La única comunidad iskonawa
Es un caluroso jueves 25 de mayo de 2023 en la comunidad Chachibai, ubicada en el distrito de Callería en la región Ucayali a veintidós horas por carretera y río desde la gran metrópolis de Lima. El camino al territorio iskonawa es accidentado entre malezas acuáticas, árboles imponentes y lobos de río. Félix Ochavano Rodríguez regresa a su comunidad luego de tres meses para informar que aún el Tercer Juzgado de Paz Letrado de Ucayali no convoca a audiencia para evaluar el pedido de ordenar la convocatoria a nuevas elecciones y depuración del padrón de integrantes de la comunidad por discrepancias internas.
La comunidad Chachibai fue titulada en el 2007 por el Gobierno Regional de Ucayali con un territorio de 25 847 hectáreas y teniendo como habitantes a indígenas iskonawa y shipibo-konibo.
La historia de este territorio iskonawa inició en 1990 cuando el indígena Tamu Nawa —Jorge Rodriguez Ramirez para el Estado peruano— motivó a su familia a dejar la comunidad Callería para buscar juntos un nuevo lugar donde los iskonawas pudieran vivir bajo sus tradiciones y expresar su lengua.
La lingüista Carolina Rodríguez Alzza, quien ha estudiado la lengua iskonawa en los últimos diez años, cuenta que Tamu Nawa buscó un lugar con similares características al bosque donde habitaban antes los iskonawas para asentarse tras discrepancias con los shipibos-konibos que vivían en la comunidad Callería. Esta nueva expedición trataba de replicar la hazaña de Chachibai, el líder de los indígenas iskonawas, que guió al pueblo hasta los misioneros católicos en el primer contacto con la sociedad peruana en 1959.

El acecho del terrorismo hizo que los iskonawas regresaran a la comunidad de Callería. Tamu Nawa, en cambio, decidió quedarse solo en la tierra que ahora es conocida como la comunidad Chachibai en homenaje a su líder. Sembrando yuca y cazando se mantuvo hasta que sus hermanos regresaron en el 2000. Dos años después iniciaron la búsqueda de la titulación de la comunidad.
En el 2003, la comunidad integrada inicialmente solo por los iskonawas aceptó en asamblea que el shipibo Arturo Mori Guimaraes sea el representante legal de la comunidad con la esperanza de conseguir la titulación de la tierra. Félix Ochavano, que en ese momento era un adolescente, recuerda que en el 2005, cuando ya tenían el reconocimiento como comunidad indígena, ingresaron madereros ilegales a la comunidad con la autorización de Mori Guimaraes. Pese a los reclamos de los últimos iskonawas los deforestadores continuaron.
Dos años después de iniciado el conflicto entre los iskonawas y la junta directiva de Arturo Mori, la comunidad consiguió su título el 10 de septiembre de 2007. Tuma Nawa murió al año siguiente viendo su sueño cumplido de tener el título de la tierra que buscó para sus hermanos iskonawas. Los problemas, sin embargo, por el uso de la tierra se incrementaron tras la titulación del territorio.
Contra las concesiones forestales

El conflicto entre los iskonawas y los líderes shipibos-konibos inició por un desacuerdo en el uso de la tierra. La primera maderera que se instaló legalmente en la comunidad Chachibai fue N & H SRL en mayo del 2008, cuando Arturo Mori estuvo en el cargo de presidente de la comunidad. El acuerdo de extracción forestal era por un plazo de 15 años, y venció.
En el 2013 Rusbel Mori Guimaraes, hermano de Arturo, firmó otro contrato con la empresa maderera Flor de Ucayali como representante de la comunidad. Y al año siguiente la comunidad Chachibai fue multada con S/ 4380 por faltas a la extracción forestal por el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre (Osinfor).
Los jóvenes iskonawas, entre ellos Félix y William Ochavano, incrementaron sus cuestionamientos por el manejo comunal de los hermanos Mori como jefes de la comunidad. El conflicto llegó a su punto más alto en junio del 2018 cuando fueron expulsados del padrón comunal de Chachibai. El sustento fue que «generaban conflictos internos» por su oposición a las concesiones forestales.
«Actualmente en el padrón de la comunidad están familiares de Arturo Morí Guimaraes. La única iskonawa reconocida como parte de la comunidad es Nae Hawin (Ruthi Campos Rodríguez). Todos los demás viven en Chachibai, pero no son dueños de la tierra», dice Felix Ochavano.

La expulsión de los iskonawas de su propia comunidad llevó, nuevamente, al desplazamiento. Algunos abuelos, que salieron del contacto como Pibi Awin —Juana Rodríguez Meza según el Reniec— regresaron a la comunidad Callería. Los más jóvenes se fueron a ciudades lejanas como Pucallpa, Lima e Ica. Mientras que un pequeño grupo menor a quince personas se quedó en Chachibai, entre ellos la líder Nae Hawin.
El calvario del joven pueblo iskonawa se incrementó en el 2019 cuando la junta directiva de la comunidad Chachibai, que ya los había expulsado, aprueba el 14 de agosto del 2019 la venta de terrenos dentro de la comunidad. La venta ilegal se realiza hasta hoy vía redes sociales. En abril del 2021 Lener Mori Rodríguez, como nuevo jefe de Chachibai, firmó un contrato con la empresa Forestal E & F.
Ante esta situación y viendo que los esfuerzos que se realizaban por rehabilitar la lengua iskonawa no daban frutos porque no vivían en un mismo territorio, los hermanos Félix y William Ochavano Rodríguez conformaron la Organización para el Desarrollo y el Bien Común del Pueblo Iskonawa (Odebpi) para conseguir la restitución de los iskonawas como comuneros de Chachibai.
En marzo del 2022, Lener Mori fue más allá que sus antecesores: denunció a Félix y William Ochavano por tráfico ilícito de productos forestales.

Los líderes Iskonawas respondieron la demanda alegando que «cortaron los árboles para reparar algunas casas y la escuela de la comunidad». Ese mismo año, William Ochavano solicitó al Tercer Juzgado de Paz Letrado intervenir para la reestructuración del padrón de la comunidad Chachibai.
El Ministerio de Cultura señaló a EL FOCO que la falta de territorio para el pueblo iskonawa es “una vulnerabilidad que afecta sus vidas y desarrollo como pueblo”. Además, indicaron que están solicitando información del conflicto para brindar “el apoyo legal” a los líderes del pueblo indígena iskonawa.
«Dado que en este caso en particular el proceso de contacto supuso una movilidad espacial hacía zonas en donde tomaron contacto con otros pueblos indígenas, y también cierta dispersión territorial de su población. Estas circunstancias, han hecho que el pueblo iskonawa sea particularmente vulnerable», precisaron. Además, indicó que está recabando la información necesaria para prestar apoyo legal al pueblo iskonawa.
EL FOCO intentó comunicarse con Arturo Mori Guimaraes y Lener Mori Rodríguez, pero hasta el cierre de esta edición no contestaron las llamadas.

Los hablantes de iskonawa
A Nawa Nica —Nelita Rodriguez Campos para el estado peruano—, ya no le asombran las fotografías. Dice que es común que vengan a buscarla a la comunidad Callería para tomarle un retrato por ser la «una de las últimas iskonawa que sobrevivió al contacto inicial».
Ella habla iskonawa, shipibo y español. Tras su llegada a la comunidad Callería en 1959, cuando apenas era una adolescente, tuvo que adaptarse. Por mucho tiempo no habló su propia lengua porque la marginaban indígenas de otros grupos étnicos. Hace diez años inició la labor de rehabilitar su idioma con el apoyo de varios antropólogos que buscaban tener un registro lingüístico sobre la lengua que se encuentra en peligro de extinción por su cantidad de hablantes.
Uno de los antropólogos que trabajó con Nawa Nica es Roberto Zariquiey, lingüista de la Pontificia Universidad Católica del Perú y actual director del proyecto Escuelita Iskonawa. «Para que la lengua se mantenga debe existir una práctica constante de su población. Si consideramos la cantidad de hablantes más la falta de un espacio físico donde desarrollarse, la lengua iskonawa está en grave peligro», señala Zariquiey.

El experto explica que en la actualidad Nawa Nica es la última hablante materna del iskonawa lúcida, los otros tres ancianos que viven hasta ahora desde el contacto inicial de 1959 han dejado de hablar ante la falta de audición por su avanzada edad.
Los otros descendientes de los ancianos iskonawas son hablantes por herencia que han entrado en proceso de aprendizaje. «Todo el pueblo indígena está aprendiendo. Incluso William Ochovano es el primer maestro bilingüe del iskonawa que sacó su título el año pasado», cunta Zariquiey.
Nawa Nica y su nieto Félix Ochavano se abrazan como despedida antes de volverse a separar, la mujer indígena se queda en la comunidad de Callería mientras el líder inicia su camino de cuatro horas por río a la ciudad de Pucallpa, desde donde debe continúa con la lucha legal para recuperar la propiedad de la comunidad Chachibai.
Nae Hawin se queda en Chachibai para defender el territorio de los últimos iskonawas. La familia está separada físicamente, pero tiene el sueño de volver a juntarse para que su cultura no muera.
Créditos
Edición: Eloy Marchán
Comunicador y traductor awajún: Leunel Tomás Kiak
Desarrollo web: Alonso Zambrano
Este trabajo se desarrolló con el apoyo del Servicio Agropecuario para la Investigación y Promoción Económica (SAIPE), en el marco del proyecto «Protegiendo a los Defensores de los Derechos Humanos y Promoviendo los Derechos a la Tierra en Comunidades Afectadas por Conflictos de Tierras en Perú y Nepal», financiado por la Unión Europea.

