A orillas del río Amazonas y construido enteramente de madera y con techos de paja, el mercado “Anaconda” se ha convertido en el nuevo emporio del comercio ilegal de animales silvestres en Iquitos, capital de la región Loreto, la más extensa y con mayor diversidad del Perú. “Anaconda” es un mercado de artesanías, pero sus comerciantes ahora han decidido meterse a un negocio más lucrativo: el tráfico ilegal de fauna.
Hasta hace algunos años el mercado “Belén”, ubicado a un kilómetro del “Anaconda”, era el enclave principal del tráfico de animales silvestres, pero ahora comparte ese oscuro podio. Loreto es una de las regiones más diversas del planeta: concentra el 45% de las especies mamíferas, el 39% de las aves y el 37% de los anfibios. Esa riqueza es una bendición, pero, a la vez, una maldición para Loreto.
La región es una de las que más enfrenta la tala ilegal, el narcotráfico y el tráfico de fauna silvestre. A eso se suma que es una de las más pobres del Perú: 40% de su población está en esa condición, según el Instituto Peruano de Economía. Iquitos, su capital, es la única que no tiene conexión terrestre, y los vuelos comerciales para llegar a ella se toman desde Lima.
En el mercado “Anaconda” se pueden encontrar colmillos de jaguar (Panthera onca), también conocidos como otorongos, a 100 y 300 soles. La diferencia del precio es por el tamaño del colmillo. También se comercializan cráneos, pieles, huesos y patas de jaguar, que algunos loretanos lo consideran una especie sagrada, pero otros lo ven como una forma de conseguir dinero rápido.
En noviembre del 2022, en Loreto, en el Parque Nacional Yaguas, fue visto un jaguar negro. Según el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), el avistamiento de esta exótica especie significa el buen estado de conservación de esa área natural. Eso, sin embargo, es solo una cara de la historia.
El jaguar es una de las especies más expuestas al tráfico ilegal de fauna silvestre y sobre la cual poco se ha hecho para protegerlos. Recién desde julio del 2022 existe un plan de conservación de la especie. Elaborar el documento, responsabilidad del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), tomó más de tres años.
Este 2023 solo ha habido una intervención de la justicia contra el tráfico ilegal del jaguar. Ocurrió el 2 de febrero, en Pisco, ciudad ubicada en la región de Ica, donde se decomisó una piel disecada de un jaguar adulto que, según información del Departamento del Medio Ambiente de la Policía, iba a ser vendida a 5 mil soles.
Si un colmillo de jaguar se vende en el mercado “Anaconda” a 100 soles, en China puede costar 5 mil dólares. Un cráneo de jaguar en el Perú cuesta en promedio 400 soles, pero en el país asiático puede costar hasta 20 mil dólares. En China, el colmillo de jaguar es considerado un amuleto de buena suerte. El cráneo es utilizado en la medicina tradicional.
La tradición china anteriormente utilizaba al tigre asiático para sus rituales, pero, debido a que hoy la especie está en peligro de extinción, ha sido reemplazado por el jaguar. En los últimos dos años, según varios testigos, es común ver en los mercados “Belén” y “Anaconda” a ciudadanos chinos preguntando por piezas de jaguar. La presencia de chinos comprando colmillos es una escena que se ve en toda América del Sur. En el 2018, en Bolivia, fueron detenidos Li Ming y Yin Lan, ciudadanos chinos, con 185 colmillos de jaguar y 3 pieles.
Como todo en el mundo, el mercado ilegal de jaguar tiene presencia en las redes sociales. En la página Marketplace, de Facebook, hay anuncios vendiendo colmillos de jaguar. También se pueden encontrar anuncios de otras especies como el cocodrilo o lagarto. EL FOCO encontró un anuncio donde se ofrece un colmillo de jaguar, con un incrustado de oro, a 750 dólares.
El mercado ilegal de jaguar ocurre a vista y paciencia de las autoridades peruanas. Desde el 2011 existe la Ley Forestal y de Fauna Silvestre, bautizada con el número 29763, que establece penas hasta de cinco años de prisión. En el 2018, el Banco Central de Reserva tuvo que emitir una moneda conmemorativa de un sol con la imagen del jaguar para concientizar a los ciudadanos.
El jaguar es el felino más grande de América y es considerado como una especie “paraguas” porque su presencia ayuda a proteger a otras especies y también mantiene el equilibrio del ecosistema que habita. El jaguar es, en resumen, un símbolo de la biodiversidad y su presencia es un indicador de la calidad del medio natural.
El jaguar habita en siete regiones del Perú: Loreto, Ucayali, Junín, San Martín, Madre de Dios, Cusco y Puno. Según un estudio del 2018 de la revista especializada Plos One, hay alrededor de 22 mil ejemplares en el Perú, el segundo país del mundo con más jaguares. El primero es Brasil con casi el triple de población.
En el Plan de Conversación del Jaguar, que contó con el apoyo del World Wide Fund for Nature (WWF) y la Wildlife Conservation Society (WCS), se estipula como objetivo al 2031 es reducir al 50% la caza ilegal y que el 100% de las autoridades locales se comprometan a luchar contra el tráfico ilegal.
En el Plan se señala que la densidad promedio del jaguar es de 3 ejemplares por cada 100 kilómetros cuadrados. El 30% de los jaguares en suelo peruano habitan en áreas protegidas , el 29% en territorios de comunidades indígenas y el 41% en otros tipos de tierras.
Entre el 2019 e inicios del 2023, un equipo de investigadores de Earth League International descubrió a dos de las redes más poderosas de tráfico de jaguar que operan en Sudamérica. Las organizaciones fueron llamadas “SA1” y “SA18”, tenían su base de operaciones en Surinam y sus cabecillas eran ciudadanos chinos. La red operaba, además de en el Perú, en Bolivia y Ecuador.
Otro de los hallazgos de los investigadores es que el tráfico de jaguar está estrechamente ligado a otros delitos como la tala ilegal, trata de personas, narcotráfico, minería ilegal y lavado de activos. Además, apuntan que el enfoque tradicional que vienen aplicando las autoridades, basado en negocios ilegales aislados, no está dando resultados.
Este reportaje fue producido con el apoyo de Earth Journalism Network y la Asociación de Periodistas El Foco