La retórica de la decencia

Sin duda, lo que se desliza de la publicidad de Vania Torres es un mensaje que perpetúa patrones de inferioridad.
Racismo en publicidad
En 2019, Indecopi multó por S/ 84,000 a Saga Falabella y Circus Grey por por publicidad que inducía al racismo.
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Edwin Chillcce Canales

Fajardino (Ayacucho). Magíster en Literatura Latinoamericana por la UNMSM y fundador de "Atupqa Chupan", la primera revista académica escrita en quechua y sin traducción al castellano. Está preparando el libro "La Poética Chanka en tres poemarios".

Los tiempos de la pandemia no solo han revelado los disímiles procesos de desarrollo en los diferentes espacios del territorio peruano, no solo han puesto de manifiesto las desigualdades económicas, sino que además han mostrado lo que ya se sabía, pero no se quería decir: que la educación “moderna” y la salud siguen siendo un privilegio. A esto se suma ahora la aparición de prácticas sociales que actualizan estructuras de poder en una sociedad tan desigual como la nuestra.

El caso Vania Torres es un claro ejemplo de ello, no tanto por parodiar a la mujer indígena, sino por el concepto de “higiene” que utiliza. Este concepto no está solo; sino acompañado por otros. Para entender ello, utilizaremos el concepto de la “retórica de la decencia” que nos permite visualizar un discurso que viene desde la Colonia y, fundamentalmente, desde los inicios de República.

En ese sentido, el mensaje es crudo: la inmoralidad, la suciedad pertenecen a la “raza indígena”; frente a ello la clase dominante debe demarcar su “pureza” y su “blancura” para distanciarse. Sin duda, lo que se desliza de la publicidad de Vania Torres es un mensaje que perpetúa patrones de inferioridad.

Según Marisol de la Cadena, este discurso se define por su énfasis en la relación raza-cuerpo-higiene que se construye como un discurso “moral” de las clases dominantes, operación ideológica que marca una relación de poder entre los que son más blancos (limpios) y los que no lo son (indígenas, negros, etc.). En esta operación el cuerpo indígena, bajo el mito de la raza, es sucio, antihigiénico, y por ello, inmoral.

En ese sentido, el mensaje es crudo: la inmoralidad, la suciedad pertenecen a la “raza indígena”; frente a ello la clase dominante debe demarcar su “pureza” y su “blancura” para distanciarse. Sin duda, lo que se desliza de la publicidad de Vania Torres es un mensaje que perpetúa patrones de inferioridad que, por supuesto, no le interesa al sistema capitalista ni, asumo que tampoco, a los actores de ese espacio.

Ante la diversidad de culturas en el Perú, es necesario crear puentes interculturales para una igualdad y un buen desarrollo. No obstante, ¿quiénes son los que solamente son interculturales? ¿Hay interculturalidad de arriba hacia abajo o no?

En este punto es necesario reflexionar sobre nuestra diversidad e interculturalidad, pues estas se han erigido como una bandera que en esencia refleja a nuestro país. Parece ser que para las clases dominantes la diversidad y la interculturalidad también se han vuelto un sello de su “discurso de la decencia”. Ante la diversidad de culturas en el Perú, es necesario crear puentes interculturales para una igualdad y un buen desarrollo. No obstante, ¿quiénes son los que solamente son interculturales? ¿Hay interculturalidad de arriba hacia abajo o no?

La propaganda de la surfista parece darnos la respuesta, no existe una interculturalidad de arriba hacia abajo. Si se diera, habría una consciencia sobre lo andino, habría una evaluación –más allá del interés comercial– sobre lo humano, pero este no es el caso de nuestra sociedad peruana. En síntesis, la “retórica de la decencia” imposibilita cualquier interculturalidad, al contrario, fortalece la mentalidad colonial (“raza”) y neocolonial (“objeto-mercancía”) de los más desfavorecidos desde siempre.

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