La FIL en pandemia: ¿funcionó la edición virtual?

No hubo tarifa de ingreso, pero sí el respeto a la cuota de género. Las ventas no han sido las mejores y los grandes sellos editoriales se pusieron de costado. Aquí un diagnóstico de la principal actividad cultural del país en medio de la COVID-19.
(Foto: Fabiola Granda)

Este año el parque Los Próceres luce desolado. Asediada por la pandemia, la Feria Internacional del Libro –conocida ya, simplemente, como la FIL– tuvo que recluirse en el mundo digital. El auditorio Blanca Varela fue reemplazado por Facebook, el auditorio César Vallejo por YouTube y la sala José María Arguedas por Tik Tok. Ahora los libros de papel han sido desplazados por pantallas de diferentes pulgadas.

A pesar de que este año cumple sus bodas de plata, la FIL no celebra. Faltan dos días para que culmine esta edición y la Cámara Peruana del Libro no quiere adelantar cifras. Lo cierto es que la actividad cultural más importante de nuestro país oferta la mitad de libros que el año anterior.

Cuando el virus llegó al Perú, la Cámara Peruana del Libro ya tenía parte de la organización de la FIL en marcha. Se vieron obligados a cancelar pasajes aéreos, alquileres y hasta la presencia de Portugal como país invitado. Tras la falta de claridad del Gobierno en los plazos del Estado de Emergencia, entraron en un proceso de incertidumbre que ocasionó un mes de postergación.

El año pasado la FIL logró tener 192 stands, más de medio millón de visitantes, un promedio de 20 millones de soles en venta de libros —sin contar los montos recaudados por precio de entradas, stands de alimentos, entre otros—. Todo un récord. Los auditorios de hasta 500 personas lucían repletos y solo para ingresar al parque Los Próceres se formaban largas colas. Ahora las sesiones de Facebook Live con éxito llegan a los 160 espectadores y no cumplen las expectativas de interacción en sus plataformas.

Conversatorio La coyuntura te envuelve: una crónica de vida, realizado el miércoles 3 de setiembre. Foto: Captura de Facebook.

 

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En síntesis, aquí un diagnóstico de una FIL realizada en tiempos de pandemia:

Lo bueno:

  1.  Se eliminó los S/ 7 por ingreso. Si bien pagar por acceder a una página web hubiera resultado irracional, El Foco llegó a conocer que este año sí se pensó en dicha posibilidad. Felizmente, la cordura primó y luego de mucho tiempo se puede hablar de una FIL gratuita. Como recordamos, la imposición del pago recibió muchas críticas en el pasado y tal fue el malestar que —casi a modo de protesta— se llegó a efectuar en simultáneo una feria titulada “Antifil” que no cobraba por ingreso y que reunía mayoritariamente a editoriales independientes.
  2. Acceso desde provincias y ponentes internacionales. Antes alguien que radicaba en el interior del país debía hacer planes especiales para poder venir a la FIL, quienes en su mayoría tomaban como pretexto las vacaciones de medio año o los feriados por fiestas patrias. Ahora ciudadanos de distintas partes del país pudieron integrarse en la feria a través del internet. De otro lado, la edición virtual tampoco fue un impedimento para que autores internacionales participen de las ponencias. Se destaca la presencia del cubano Leonardo Padura, del mexicano Juan Villoro, de la brasileña Nélida Piñón, del español Fernando Savater y de la argentina Claudia Piñeiro. Si bien esta vez no hubo país invitado, se decidió centrar el enfoque en las regiones del Perú.
  3. Inclusión de género y en el lenguaje. El año pasado la FIL fue duramente cuestionada por sostener una mesa con ocho varones y ninguna mujer. Este año desde la Cámara Peruana del Libro comentan que han sido más cuidadosos con la cuota de género. Se reafirman también en que lo suscitado el año anterior fue un hecho meramente “circunstancial” puesto que las autoridades eran masculinas y la ministra de Educación no pudo asistir. De otro lado, algunas ponencias cuentan también con un traductor en lenguaje de señas, promoviendo así la inclusión. Si bien esto no se aplican a todos las ponencias, es un notable inicio.
  4. Innovación. La inmersión en el mercado digital ayuda a que muchas empresas editoriales y librerías inicien un proceso de visibilización de este nuevo nicho económico. Sandra López, gerenta general de Mesa Redonda Editorial y Librería, señala que esta edición “no ha sido tan negativa” ya que han logrado “reinventarse en un nuevo mercado vendiendo ebooks”.

 

Ingreso a la 24° Feria Internacional del Libro de Lima, en el 2019. Foto: FIL.

Lo malo:

  1. Las ventas de este año son abismalmente menores a las de la feria presencial. Aldo Gutiérrez de librería Lancom de Miraflores señala que más venden por su página web que por la FIL y que, en comparación del año pasado, las ventas de este solo representan un 15%. En el caso de las editoriales, tanto Editorial San Marcos como Editorial Mesa Redonda afirman que sus ventas han disminuido en comparación de la feria 2019. No olvidemos que la organización de la FIL también generaba muchos puestos de empleo, los cuales han quedado en el aire.
  2. Ausencia de los más poderosos. Si bien hay 109 stands de expositores, los dos más grandes sellos: Penguin Random House y Planeta no son parte de esta edición de la FIL. Ambas continúan siendo parte del Consejo Directivo del gremio, pero ninguno apostó por la edición virtual. Así, las peleas entre ellos ya no fueron parte de la comidilla literaria en esta edición.
  3. Se pierde la mística de la Feria del Libro. Ya no es posible encontrarse frente a tu escritor favorito, obtener un autógrafo, escuchar las conferencias en su espontaneidad, poder formular preguntas, echarse a caminar esperando que un libro en una pila te encuentre, disfrutar del espacio social, del olor a café y del aroma a libros nuevos. Así también se ven afectados los factores físicos y fortuitos que motivaban la compra de un libro tales como la recomendación de un vendedor, la lectura de un buen prólogo, de una atrapante contraportada, la revisión de un atrayente tipo de material impreso, la declaración del autor mismo y hasta la elección de la clase de separadores que se desea de regalo.
  4. Se ha intermediado el proceso de compra a través de Joinnus. Vanessa Ramos, de la Cámara Peruana del Libro, reconoce que hay una “confusión” en esa herramienta por el poco manejo y la desconfianza de algunos ciudadanos. Señala que los problemas se deben también “a la autonomía que le otorgan a las editoriales en los procesos de venta” ya que son ellos los responsables de sus procesos logísticos. Los comentarios en las redes sociales revelan que, en efecto, hay un gran número de usuarios que se quejan del proceso de envío, de los libros vendidos sin stock, de la imposibilidad de hacer compras en diferentes tiendas en un solo pago o de que el envío demora mucho tiempo en llegar.
  5. “La malla de actividades ha bajado”. Antes los eventos se hacían en simultáneo en más de cinco grandes espacios, mientras que ahora la oferta cultural es menor y la concurrencia se ha visto dramáticamente reducida. Lo real es que la mayoría de las transmisiones en vivo no se comparan a las dadas en espacios presenciales, cuando en cuestión de minutos algunas lograban exceder un aforo de hasta 500 personas ameritando la transmisión desde pantallas y proyectores externos.
  6. Brecha digital en el público y en las editoriales. Esta feria no solo ha marcado las diferencias digitales existentes entre ciudadanos, sino también entre las editoriales. Aquellas empresas que tienen más ritmo digital se han podido adaptar mejor, mientras que las editoriales que estaban acostumbradas al espacio físico se han visto profundamente perjudicadas al no tener una página propia con la que interactuar, al margen de la plataforma brindada. Cabe mencionar que las empresas expositoras tienen el compromiso de pagar un 10% del total de sus ventas a Joinnus.
Feria Internacional del Libro de Lima 2019. Foto: FIL

Lo desagradable:

  1. Calidad de las transmisiones. Muchas no se dieron en vivo y, por ende, limitaron la interacción y las preguntas del público. Otras tardaron mucho en iniciar o el Zoom les interpuso algunas fallas técnicas. “Es cierto que a muchos ponentes les ha chocado la experiencia digital”, reconocen desde la Cámara. Lo real es que todavía hay un enorme desafío en este ámbito, pero deben procurar reducir fallas menores ya que la volatilidad digital genera que al primer descontento el usuario deje la experiencia con solo un clic.
  2. Los que abandonaron la FIL. Este año la PUCP dejó de ser patrocinador de la FIL, a pesar de que era una de las principales acompañantes de esta actividad. Parece que la edición virtual no les habría resultado atractiva. También TV Perú fue otra de las instituciones que dejó de auspiciar a la FIL.
  3. Poca profundidad. Mario Vargas Llosa conversó por más de 45 minutos con el escritor Raúl Tola sobre el libro de James Joyce: Ulises. Dato curioso es que el propio Tola reconoce en el diálogo que no leyó aquella publicación. Entonces ¿se puede dirigir una plática por 45 minutos al respecto?

 

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Aún no se resuelve si la Feria del Libro Ricardo Palma se llevará a cabo o no. Desde la Cámara señalan que, si se efectúa, esta solo sería de manera virtual y ya no en el malecón de la Reserva en Larcomar.

De otro lado, apremia también definir desde el Congreso la promulgación de la Nueva Ley del Libro, pues en la actualidad solo se está rigiendo bajo el Decreto de Urgencia N° 003-2019, que vence el próximo mes y podría no ser prolongado.

El sector cultural resultó ser más vulnerable de lo pensado. Si bien ni guerras, ni la censura, ni una pandemia han logrado desaparecer el libro ¿quizá la virtualidad pueda lograr lo propuesto? Es verdad que la FIL de este año puede resultar algo violenta para aquellos quienes conservamos y releemos libros apolillados. Sin embargo, el esfuerzo por preservar la cultura en nuestro país tal vez sea el antídoto que realmente necesitamos, lo que termine por soldar nuestros lazos rotos mucho antes de la enfermedad.