En el Perú se discrimina con total normalidad. El racismo se oculta en estereotipos y jerarquías. Algunos –como la tablista Vania Torres– intentan evadir o minimizar la responsabilidad de sus acciones. ¿Nuestra sociedad podrá avanzar si aún lleva consigo taras coloniales? Es hora de cambiar.
Marcel Velázquez Castro ha estudiado por varios años las diversas manifestaciones del discurso racista en el país. «Una gran manifestación antirracista en el Perú debe ser antiestatal y anticapitalista para movilizar banderas entrelazadas», dice.
La “retórica de la decencia” imposibilita cualquier interculturalidad, y, por el contrario, fortalece la mentalidad colonial (“raza”) y neocolonial (“objeto-mercancía”) de los más desfavorecidos desde siempre.
Mientras que a unos se nos entrena para siempre pedir disculpas y a regular su ira e indignación a riesgo de ser llamados violentistas; a otros se les enseña que nunca han de tener la responsabilidad por la ofensa
El racismo está tan intrínseco en la realidad peruana que cuesta analizarlo sin que la mayoría de las personas (blancas/blancas mestizas) se incomode o quiera cuestionarse.
El delito de discriminación, tipificado hace dos décadas en el Código Penal, es letra muerta. En enero del 2019, el Gobierno de Martín Vizcarra presentó un proyecto de ley para luchar contra el racismo, pero se olvidó del asunto.